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Sin embargo, no todos los asistentes acudían a los juegos sólo para ver correr la sangre, sino que algunos se acercaban al moribundo gladiador como si de una auténtica fuente de salud se tratase, o al menos eso es lo que dice Plinio en su ‘Historia Natural’, al referir que, ‘los epilépticos llegan a beber la sangre de los gladiadores como en copas vivientes, espectáculo que verlo hacer a las fieras en la misma arena es también un horror. Pero, por Hércules, aquéllos consideran que es muy eficaz absorber directamente del hombre la sangre cálida y palpitante y el propio soplo vital de sus heridas, cuando en absoluto es una costumbre civilizada acercar la boca a ellas, ni siquiera a la de las fieras’.
Revista Memoria, Historia de cerca, nº XXXIX.