Una leve ráfaga de viento saca un rumor grave y solemne a las ramas y el follaje del enorme árbol. Un sonido ancestral en el bosque de la Sierra Sur de Jaén, a 1.800 metros de altitud entre agrestres montañas. Impresiona la vista, pero también el sonido tan puro: sólo el trajín de los pájaros, el ronco ronroneo del árbol viejísimo, el leve crujir de sus ramas. Y el silencio. El musgo trepa por el tronco rugoso de seis metros y medio de diámetro, casi mineral a veces, otras convertido en escamas animales, en piel de dragón. Una hiedra se esconde tras uno de los enormes brazos que forman una copa bajo la cual, cuenta la leyenda, podrían sentarse a la sombra hasta 200 personas en un lugar mágico, irreal de no ser por la presencia de dos paneles de la Junta de Andalucía. Uno avisa de que el enorme árbol es el Quejido del Carbón (también conocido como del Amo), y que es Monumento Natural de Andalucía. Y otro que explica cómo desde tiempo inmemorial los piconeros hicieron allí sus boliches para hacer carbón vegetal, lo que explica su primer nombre.
¿Tan importante es el árbol como para tener dos nombres? Antonio Gala en 'El Imposible Olvido' lo aclara: «Esta es una finca privada, y tan continuamente decía su dueño que el árbol era suyo, que terminó por llamarse el Quejigo del Amo». Hoy la finca es monte público. Navalayegua. El tránsito tardío de lo privado a lo público explica uno de los secretos de esta parte tan abrupta de la Sierra Sur: es un bosque mediterráneo puro, sin repoblaciones masivas de pinos resineros que hicieron estragos en otros ecosistemas autóctonos en las décadas del desarrollismo. Muy cerca del quejigo hay una encima centenaria, también noble pues ostenta el título de 'Árbol Singular de Andalucía'. Y en todo el monte «abundan también los arces, cornicabras y lentiscos, labiérnagos y viburnos, aulagas y brezos, enebros y sabinas, heléboros y torviscos (...) Una imponente mancha de tejos (Taxus baccata) con su color verde oscuro se deja ver en la hondonada», relata el bloguero José Martínez Sánchez ('Josillou') en una bella descripción del paraje.
Pastores y novias
¿Es tan viejo el Quejigo del Carbón? Una ficha sobre árboles singulares elaborada por la ingeniera de montes Elsa Martín Díaz -disponible en la web de la revista Montes- habla de «entre 500 y 1.000 años». Eso es tanto como decir desde siempre. Juan Extremera es ganadero. Su familia lleva pastoreando ovejas montesinas desde hace cuatro generaciones en esta zona de la sierra. «Mi madre me cambiada allí los pañales cuando bajaba desde la Alberquilla a Valdepeñas. No había pastor ni serrano que no parase allí a descansar a su sombra». Antonio Garrido, también ganadero en las inmediaciones del quejigo, se sonríe: «Y de novias, qué no sabrá ese árbol de noviazgos». Y Juan y él intercambian una mirada pícara y echan una risa.
Pastores, viajantes, romeros... Todo el que cruzaba la Sierra desde Valdepeñas hacia Noalejo o Campillo de Arenas paraba bajo la sombre del quejigo. Pero sobre todo, era el árbol de los bolicheros, los que se dedicaban a hacer carbón vegetal. Su trabajo de muchos años le dio al árbol su impresionante aspecto: talaban las ramas para sus hogueras, junto con la madera de encina, y propiciaron que el tronco creciera de forma desmesurada, hasta hacer que sean necesarios cuatro o cinco hombres para abarcarlo. Seguramente sea el mayor quejigo de Andalucía. El carbón de éste árbol, transportado a lomos de bestias, ha calentado muchas cocinas y muchas casas de todo Jaén durante siglos, pues el carboneo fue un oficio ancestral muy asentado en la Sierra Sur. En una explanada junto al Quejigo del Carbón aún se aprecian restos de esta actividad.
Monte arriba, la Sierra Sur aún guarda encantos como el Pilar de la Tejuela, donde pastan las ovejas de Antonio, y que es « lo más bonito de esta parte». Y monte abajo, en el valle, la ruta de senderismo GR-7, que va de Tarifa a Atenas hermanando pueblos del Mediterráneo y que en la Sierra Sur «atraviesa varios puertos entre los que se encuentra en de Los Alamillos, baja hasta el río Valdearazo y vuele a subir serpenteando la Piedra del Palo, entre Campillo de Arenas y Carchelejo, dando vista al Embalse del Quiebrajano hasta salir a la vieja N-323 por una aguja de roca a la que se refieren como 'El Diente de la Vieja'», tal y como se explica en el portal de Turismo de la Diputación Provincial de Jaén.
Apenas hay ya pastores que refugien su rebaño al fresco del Quejigo. Y los bolicheros hace décadas que apagaron sus últimas hogueras. Hoy sólo suben hasta allí deportistas y turistas. Y ahí sigue soberbio el árbol, testigo de lo que fue y de lo que es hoy la sierra, ofreciendo su pasado de fuego y su eterna sombra.