El grupo de arqueólogos que excavan el yacimiento argárico de Peñalosa, en el municipio jiennense de Baños de la Encina, han encontrado en esta acrópolis varios contextos de la vida cotidiana de "incalculable valor" para explicar la vida de la Edad del Bronce.
Uno de los aspectos más destacables, según el director de las excavaciones, Francisco Contreras, es la existencia en esa época de una actividad textil muy especializada, documentada en una de las casas, por medio de un telar vertical, más de 30 pesas de arcilla para tensar los hilos del telar, y punzones y agujas de hueso relacionados con la confección de tejidos.
En esa misma casa se han hallado distintas orzas (vasijas) de almacenamiento, con restos de cereales y legumbres, así como un buen número de dientes de hoz de sílex, que muestran el trabajo agrícola de la recolección de cereales.
También se ha localizado el enterramiento de un posible minero de Peñalosa con sus pertenencias, que incluyen varios martillos para la extracción del mineral y un juego de dos escoplos de bronce, utilizados posiblemente en el trabajo minero.
Relacionado con la metalurgia está el hallazgo de un vertedero en el exterior del poblado que ha proporcionado escorias, restos de paredes de hornos y crisoles, entre otros materiales.
Todos ellos indican la gran importancia de la actividad metalúrgica en estas comunidades del Alto Guadalquivir durante la Edad del Bronce, con la explotación del cobre como la principal actividad económica.
Durante las excavaciones realizadas en esta ciudad argárica, una de las más importantes de la península y que ahora va por su novena campaña, que comenzó en agosto, se ha trabajado en varios complejos de la zona fortificada.
Así, está demostrada la existencia de varias fases en la ocupación del poblado durante la Edad del Bronce y se ha comprobado que entre la fase antigua y la más reciente hubo una gran destrucción originada por un incendio.
En la recién comenzada intervención se pretende acondicionar el yacimiento para darle realce, para lo que se han hecho trabajos de consolidación en la fortificación del yacimiento y en algunas viviendas de la acrópolis de Peñalosa.
El poblado, que se encuentra en la margen derecha del río Rumblar y al que se puede acceder desde la parte norte en barca y desde la parte sur en todoterreno, se asienta sobre un espolón de pizarra en forma de lengua, inundado en parte por las aguas del pantano del mismo nombre.
Sus casas rectangulares están dispuestas en las laderas del cerro mediante terrazas artificiales que se comunican por calles estrechas, y en la parte inferior hay una gran cisterna que recoge el agua de la lluvia.
La zona superior, donde se han detectado los enterramientos más ricos y un mayor consumo de carne de caballo, está especialmente fortificada y conserva restos de numerosas vasijas de almacenamiento con restos de cereal.
Hasta la campaña de 2010 se habían documentado unos 25 enterramientos en las zonas domésticas, que muestran una clara jerarquización social a partir de los ajuares funerarios, como también queda reflejado en los estudios antropológicos, en los alimentos consumidos, en los restos de cultura material que aparecen en los contextos domésticos y en el tamaño de las casas.
La importancia de Peñalosa y del Rumblar hace 4.000 años estribó en la explotación intensiva y masiva del mineral de cobre (malaquita y azurita) desde 1.800 hasta 1.400 a.C., aproximadamente, como bien documenta el material hallado en el yacimiento (minas, martillos de minero, vasijas horno, crisoles, moldes y útiles).
La excesiva especialización económica y la desventaja del cobre arsenicado frente al cobre con estaño -bronce- procedente del Bajo Guadalquivir, llevó posiblemente a la ruina a esta región.
Sus gentes se trasladaron, alrededor del 1.400 a.C., al valle del Guadalquivir, y la zona quedó despoblada hasta la llegada de los romanos, que explotaron ya otros minerales.