Esta es una historia de venganza, de agricultores sin tierra, de luchar por los derechos perdidos, de indignación al ver los espacios protegidos degradados y destrozados y, sobre todo, un relato de esperanza. Esto es lo que ocurre en Otíñar. Es la sensación de Juan Carlos Roldán, perteneciente a la séptima generación de los antiguos pobladores de la villa. En la actualidad, se siente frustrado al ver cómo aquello que tanto costó levantar está totalmente olvidado.
Ahora la imagen de las 50 casas, calles y el cementerio es poco más que un recuerdo, y de los malos. Un recorrido por la zona muestra un panorama más que desolador. A pesar de que en 1986 fue declarado Paraje de Especial Protección Forestal y Recreativa y, en 2009, se incluyó en el Catálogo del Patrimonio Andaluz. Y es que, entre sus montes, entre otras joyas, las cuevas albergan pinturas rupestres, que “han sido arrancadas”, entre otros despropósitos. Concretamente, esto sucedió la conocida como la de los Soles.
Según manifiesta Juan Carlos Roldán los destrozos en los abrigos son múltiples. “Se ha pintado sobre algunas pinturas y otras han sido arrancadas”, se queja. Pero no son los únicos deterioros, sino que, además, alza la voz para reclamar la recuperación de los dominios públicos. “Se están poniendo vallas y cegando las calles de la aldea. Hay partes que son de todos”, se queja. Pero en su lucha no está solo. Cuenta con el apoyo de diferentes colectivos culturales y ecologistas de la ciudad. De hecho, está previsto que, en las próximas semanas, se constituya una plataforma de apoyo que “pelee” en varios ámbitos. “Nuestro objetivo será trabajar por la recuperación de la memoria, el patrimonio histórico, el entorno natural y los valores del paraje. La historia de Otíñar es la de una estafa al municipio de Jaén”, detalla Roldán, que añade que la labor se centrará en poner en valor todos los aspectos anteriores, además de intentar evitar el expolio arqueológico. Las conversaciones entre los diferentes colectivos están muy avanzadas y queda poco para que la nueva plataforma vea la luz.
“Yo me he metido en esto porque me llega al corazón. Mi familia compró una hectárea de tierra. Aquí trabajaron mis antepasados”, reseña. De hecho, Juan Carlos Roldán es la única persona que en 4.500 metros cuadrados cultiva diferente productos. Su labor agrícola le ha hecho entrar en contacto con senderistas, organizaciones culturales y todo tipo de personas. Así surgió la idea de dar un paso al frente para proteger la zona. Roldán no soporta ver cómo aquello por lo que lucharon sus antepasados desaparece. Sus quejas no son pocas, asegura que se han invadido los dominios públicos y los caminos, que se han puesto vallas y que el cementerio está destrozado. “Yo entiendo que hay partes que son privadas, pero lo que no es lógico es cegar las calles del antiguo poblado con escombros o poner carteles de prohibido el paso en las vías públicas. Hay partes de la sierra que son de todos y son las que queremos recuperar y poner en valor para la ciudadanía”, remarca.