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domingo, 12 de junio de 2016

Noticia IDEAL:3.000 ovejas parten de Vilches para un viaje de 400 Kilómetros


Partieron de Vilches el pasado viernes día 3 con el objetivo de regresar a los verdes prados de Guadalaviar (Teruel) dentro de tres semanas, ya en los albores del verano. Para el ganado es mejor pasarlo en la frescura de la Sierra de Albarracín, a más de 1.500 metros de altitud. Después de atravesar Sierra Morena, Socuéllamos y Las Pedroñeras, bordear Cuenca, transitar por las tierras de Don Quijote y por las seculares cañadas de la antigua mesta castellana, cuatro pastores con 3.000 ovejas y un centenar de cabras llegarán a la provincia de Teruel para que el ganado paste medio año en el sereno estío turolense.

Los pastores partieron de la finca vilcheña de Plazuelas, en el paraje Los Encinares, pequeño santuario natural para el pasto del ganado ovino. En él, con las ovejas distribuidas en La Casería, Dehesa las Yeguas y Hortalanca, durante 6 meses y medio han podido beneficiarse de un pasto que este año solo ha sido fresco y generoso cuando sobrevinieron las lluvias de las primeras semanas de abril y mayo. Abandonan el pequeño santuario natural para el pasto del ganado ovino de esta poblada zona de encinas, con la certeza de que en noviembre regresarán a las tierras de Jaén. Las mujeres y los hijos, en cambio, aún permanecen en Vilches. No regresarán hasta que los chicos cierren estudios en sus centros educativos. Así es la trashumancia.

A pie

Durante 23 días estos pastores cruzan a pie cañadas, veredas y cordeles para vencer ese pulso permanente que mantienen con una modernidad que anda lejos de impedir que las vías pecuarias se vean invadidas por edificios, parques recreativos, carreteras y roturaciones de tierras.

La marcha a pie no es tan solo por la nostálgica recuperación de un pasado que llevaba medio siglo perdido. Se trata de una cuestión económica ya que los ganaderos no pueden transportar a las ovejas en camiones por el elevado precio de los portes de un viaje por carretera.

Los pastores, con la ayuda de sus perros careas, caminan entre el sopor del día, el fresco de la noche, alguna que otra llovizna y la densa soledad del camino. Una buena tienda de campaña, un cercado portátil para encerrar al ganado o el empleo de teléfonos móviles para comunicarse con la familia, convierten en soportable la dureza del viaje.