«No tenemos nada comparable a una planta del edificio», reconoce el arqueólogo. «Los restos están muy arrasados y ha habido modificaciones a lo largo de los siglos, probablemente a finales de la Edad Media, y después de que los judíos abandonasen la ciudad». Sin embargo, la posibilidad de haber encontrado restos de una nueva sinagoga -edificios cuya localización sigue siendo muy imprecisa dentro del Casco- es demasiado atractiva como para abandonarla sin una reflexión más profunda. Sobre todo, cuando algunos de los vestigios hallados durante la excavación de Barrio -un aljibe en forma de botella, suelos, restos de cerámica realizados mediante la técnica de cuerda seca- apuntan a la época altomedieval, etapa en que la Judería Mayor de Toledo se encontraba en pleno funcionamiento.
Sea como sea, la intervención en este solar -que, gracias a la actuación del Consorcio se convertirá en una nueva plaza- permitirá añadir nuevos datos a los usos hidráulicos en época medieval. Además de la pareja de aljibes encontrados en la zona Norte del solar, probablemente asociados a la construcción de una casa-patio (uno para «uso de boca» y el otro para baldeos), la excavación ha dado con otro aljibe y un pozo cuya antigüedad parece mayor en la zona central del actual solar. Por su tipología en forma de botella, el primero podría resultar islámico. El segundo, cuya profundidad supera los 6 metros, también podría corresponder a este periodo, sin descartar un posible origen romano.
«Está claro que nos encontramos sobre una corriente de agua subterránea aprovechada desde época muy antigua», según el arqueólogo. En el ángulo del solar más alejado de la Calle del Ángel, la aparición de un probable desagüe romano confirma esta hipótesis. Carlos Barrio se plantea que el pozo y el aljibe situados en la zona central del solar podrían ser de uso público, siendo posible que estuvieran relacionados con el cercano acceso a la Judería Mayor que permanece sin localizar.
Completan estos restos abovedamientos de ladrillo sobre un sótano excavado en roca cuya profundidad es de aproximadamente tres metros y medio. Asimismo es de destacar una rampa, también pavimentada de ladrillo, cuyo curso interrumpe una zona divisoria, señal, en palabras del arquitecto, de las modificaciones operadas en este lugar a lo largo de los siglos.
En un primer momento de la excavación, Carlos Barrio tuvo que enfrentarse a una realidad habitual en este tipo de actuaciones en el Casco Histórico: el aprovechamiento de los huecos del solar como escombrera. A excepción de algunos restos de cerámica azul cuyo origen parece estar situado a finales del siglo XIX -cuando se levantó la vecina Escuela de Arte-, la mayor parte de los escombros aparecidos es de los años ochenta del pasado siglo.
Durante las tareas arqueológicas se encontró también una pequeña placa de alabastro reutilizada, probablemente de origen islámico, que representa a un grifo sobre los cuartos traseros de otro animal.