Durante su gobierno, el más dilatado de los reinados hispanos, logró afianzar la tierra de Castilla sobre el resto de los reinos cristianos de la Península y abrir la puerta de la fe católica hacia el sur musulmán.
Alfonso VIII ocupa un lugar destacado en la historia de Castilla. El monarca reinó nada menos que cincuenta y seis años, entre 1158 y 1214, un espacio de tiempo sólo superado, en lo que al ámbito peninsular se refiere, por Jaime I de Aragón que reinó durante sesenta y tres.
El reino que le tocó gobernar nacía a la historia al tiempo que el 'emperador' Alfonso VII moría al cobijo de una encina tras pasar el puerto del Muradal, el día 21 de agosto de 1157; un reino que heredaba los ideales de Fernán González y de Sancho García, y la hegemonía leonesa. Este territorio se hallaba consolidado a lo largo del río Tajo con enclaves avanzados como Calatrava, en el Guadiana. Si esta gran frontera que se extendía desde Huete hasta Plasencia echaba a las espaldas de Castilla la mayor parte del desgaste de la lucha contra el Islam, también otorgaba las mayores posibilidades de ampliar los cien mil kilómetros cuadrados que recibió Sancho III a la muerte de Alfonso VII. Y este es el reino que recibe Alfonso VIII, pues tan solo un año y diez días es lo que va a gobernar su padre, Sancho III.
Donación de la fortaleza de Uclés a la Orden de Santiago por Alfonso VIII, Archivo Histórico Nacional, Madrid