En relación con esta imagen que se admira con tanto fervor, en Jaén se cuenta una leyenda muy antigua que afirma que, en la extensión de terreno que pueda ocupar todo lo largo que hoy es la calle Jesús, existía una casería a la que correspondía una amplia zona de cultivo y un buen número de cabeza de ganado, de todo lo cual era propietario un matrimonio bien acomodado.
A la puerta de la mansión principal de la extensa finca se encontraba un tronco muy grueso de madera. Procedía de un árbol enorme que el dueño había hecho cortar casi de raíz porque ya no daba fruto y se pensó que su madera podría utilizarse para la fábrica de muebles o de vigas para la construcción.
Cuenta la leyenda que, una tarde de agosto de 1590, apareció en el umbral de la puerta del recinto un hombre viejo, con aspecto cansado, pidiendo cobijo para poder pasar la noche. Dijo a los dueños que venía de muy lejos, que se le estaba echando la noche encima y que la prudencia le aconsejaba dormir bajo techo, por lo cual les solicitaba encarecidamente.
El matrimonio, personas cristianas piadosas, no dudó ni un momento en ofrecerle su hospitalidad, y le dio asilo y comida.
Para agradecer de alguna manera la buena voluntad de estas acogedoras personas, el viajero les prometió hacer una imagen de Jesús con aquel grosísimo tronco que se encontraba junto a la puerta de la casa. Justificó su disposición afirmando que, desde joven hasta que la edad se lo permitió, había trabajado la madera.
Antes de irse a su cuarto para descansar, rogó a los señores de la casa que algunos de sus empleados trasladaran aquel gran leño a su alcoba para comenzar, sin más dilación, la escultura a la mañana siguiente.
Tal como había solicitado, dos hombres trasladaron a la casa aquel pesado tronco, lo subieron por unas estrechas escaleras hasta la planta de arriba y, por fin, lo dejaron en la pequeña habitación que iba a servirle de dormitorio.
Antes irse a dormir, el anciano advirtió a los caseros que permanecería en la habitación varios días sin salir hasta finalizar su obra. Quedaban, pues, avisados de que no debían preocuparse ni entrar en el habitáculo hasta que él les diese aviso del término de la talla.
Sigue la leyenda contando que pasaron dos días y no se veía al anciano ni se oía señal alguna de que alguien estuviese esculpiendo madera. No se percibía nada, ni un simple ruido del viajero. A la vista de aquella rareza, el matrimonio comenzó a preocuparse por el ‘abuelo’, como familiarmente se acostumbra a llamar por nuestras tierras a las personas ya entradas en edad.
A pesar de que el anciano les había rogado que tuviesen paciencia, los señores, angustiados por la posibilidad de que le hubiese ocurrido alguna desgracia, se decidieron por entrar en el dormitorio.
Al entrar en la cámara pudieron ver con grandioso asombro la imagen prometida: un hermosísimo Jesús Nazareno casi desnudo, con el cuerpo ensangrentado y encorvado por el peso de la cruz, la mirada afligida hacia el suelo y la boca entreabierta por el terrible dolor. La talla era tan extraordinariamente bella como sobrecogedora.
Cuando se repusieron de la sorpresa, los dueños de la finca buscaron al hombre para darle la enhorabuena y las gracias por tan preciosa labor, pero no hallaron el menor rastro del anciano viajero. El ‘abuelo’ había desaparecido.
De inmediato, el matrimonio se personó ante las autoridades a dar parte de aquella extraña desaparición y se procedió a la búsqueda del aquel hombre por si era necesario prestarle algún socorro. Pero, por mucho que se buscó por el pueblo, el término municipal e incluso por la comarca, nadie de los preguntados supo dar una señal ni pista alguna del desaparecido.
La imagen quedó en la casería bajo la custodia de los dueños. Muchos fueron los curiosos que quisieron ver aquella imagen que había dejado allí el desconocido anciano, a la que cariñosamente las gentes empezaron a llamar Jesús “el Abuelo”, en recuerdo de quien había sido su autor.
La imagen permaneció en aquella propiedad hasta que murieron sus dueños. Posteriormente, sus descendientes creyeron conveniente trasladarla al convento de Carmelitas Descalzas de la capital, donde se le habilitó un nicho y fue objeto de veneración.
Actualmente, la talla de este Cristo, conocido por Jesús Nazareno “el Abuelo”, tiene capilla propia en la Santa Iglesia Catedral de Jaén, adonde acuden a venerarlo muchos penitentes, tanto de la capital como de toda la provincia e incluso fuera de ella. De su culto y procesión el Viernes de Pasión de Semana Santa se encarga un gran número de creyentes, a cuyo fin se han asociado constituyendo la Antigua, Insigne y Real Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno (“el Abuelo”) y María Santísima de los Dolores.