Miguel de Cervantes Saavedra puede a partir de ahora comenzar su segunda liberación. Hay una operación en marcha para su rescate. Cuenta con el aval de la Academia Española, la simpatía del arzobispado y el entusiasmo de un equipo de expertos y técnicos dispuesto a involucrarse en el empeño, de culminar con éxito las gestiones para la financiación de la iniciativa. Su ejecución durará tres semanas. Consistirá en un barrido con georradar del subsuelo y de los muros del convento madrileño donde el escritor yace desde 1616, enterrado en un rincón desconocido. El monasterio, de clausura femenina, se halla en una manzana de 3.000 metros cuadrados enclavada entre las calles de Huertas y Lope de Vega.
El plan contempla aplicar "un aparato emisor de señales radioléctricas inocuas, georradar, que localiza vestigios materiales en el subsuelo y en muros gracias a la respuesta a señales específicas que todos los objetos emiten, con diferente intensidad variable y en frecuencias mensurables". Así lo explica Luis Avial, experto en georradar, con amplia experiencia en detecciones realizadas en enclaves como las catedrales de San Isidoro de León o la de la Seo d'Urgell, así como en centenares de fosas. "Los huesos humanos emiten con frecuencia 8; el agua, con frecuencia 1. Las respuestas obtenidas permiten perfilar un mapa en tres dimensiones que, complementado por rayos infrarrojos, detalla pormenorizadamente el contenido del interior de todo tipo de oquedades, material óseo incluido".
Entonces como ahora, la llave del cautiverio de Miguel de Cervantes fue abierta por la Orden Trinitaria, dedicada a la redención de cautivos. Hoy esta orden es titular del convento donde sus restos van a ser buscados. Los preparativos de este rastreo comenzaron hace 18 meses, cuando Luis Avial comentó al historiador militar Fernando Prado una idea sugerida por un periodista amigo: "Cervantes está enterrado en una manzana de la calle de las Huertas, pero el lugar exacto se desconoce". La afirmación contagió a Prado de un apasionado interés, y decidió transformar la idea en un plan concreto de rescate.
El monasterio madrileño, edificado con ladrillo en 1609 y reconstruido en 1673, posee tres torres, cubierta tejada, claustro, salas, corredores, una veintena de celdas con rejas y celosías, más una huerta de flores con un mandarino.
En el estudio realizado por Mariano Roca de Togores, marqués de Molins, en 1870, se sugiere que Cervantes pudo haber sido enterrado en las inmediaciones del claustro. Otros argumentos lo sitúan en un nicho de pared junto a la huerta; y algunos dentro de la iglesia, embebida en el convento, donde existe una placa que conmemora su entierro y el de su mujer, Catalina de Salazar, más dos lápidas de los patrones del templo, Sancho de la Cerda, segundón del duque de Medinaceli, y su esposa María de Villena Melo, noble portuguesa.
Sor Amada, priora hoy del convento trinitario, afirma: "Si el arzobispado y la Academia Española lo autorizan, no hay inconveniente para que se realice la búsqueda". Tras las gestiones del historiador Fernando Prado ante la Academia Española, Darío Villanueva, secretario de esta institución, acogió con ilusión el nuevo rescate cervantino. "La Academia da su aval a una investigación basada en una propuesta seria y creíble como esta", subraya el académico.
Prado conversó, asimismo, con el Gobierno regional, que supervisa por ley las actuaciones arqueológicas, y con el delegado episcopal de Patrimonio, José Luis Montes. "Vemos con simpatía esta iniciativa y no habrá inconveniente para su viabilidad cuando se formalice la petición para iniciarla", aseguró este último a preguntas de este diario.
Las dificultades son muchas, comenzando por la duración del extravío de los despojos de Cervantes, que se remonta a 1673. Problema añadido son las sucesivas restauraciones acometidas desde el siglo XVII en este cenobio femenino, como las que se realizaron hace 25 años para alojar un establecimiento de distribución editorial en un ala lateral de la manzana, junto a la huerta.
Pero el margen de error parece reducirse ante el entusiasmo de los buscadores. "Sabemos de fuentes religiosas que los huesos de Cervantes fueron llevados a otro convento trinitario cercano", explica Darío Villanueva, "para ser reintegrados posteriormente junto con otros durante unas obras culminadas a finales del siglo XVII". Fue entonces cuando el rastro y la ubicación exacta de su sepultura se perdieron, pero se conoce con certeza documental que los despojos de Cervantes continúan dentro del recinto trinitario.
La iglesia era en su origen "un pobre portal", según la crónica, cuando en su casa de la calle de Francos esquina a la de León, Miguel de Cervantes murió a causa de una cirrosis hepática con diabetes e hidropesía en la noche del 22 de abril de 1616. Contaba 69 años de edad y tenía la dentadura muy dañada. Fue enterrado con el rostro descubierto y la mortaja de la Venerable Orden Tercera franciscana, en la que profesó desde el 2 de abril de 1616, poco antes de morir. Por carecer de recursos, encargó solo dos misas.
"Hay varios datos anatómicos de extraordinario interés para facilitar el hallazgo de sus restos mortales, incluso si se encontraran mezclados con otros huesos", explica Fernando Prado. "Aparte de las lesiones dentales, el radio y el cúbito de su brazo izquierdo los tenía Cervantes muy dañados por el disparo que recibió en la batalla de Lepanto, en la que tan bravamente combatió", subraya. "Eso permitirá identificarlo con mayor facilidad", añade. Y comenta que el renombrado antropólogo forense Francisco Etxeberría le mostró excelente disposición a integrarse en el equipo de búsqueda e identificación. "El otro dato es que Cervantes sufrió además un arcabuzazo en el pecho, por lo cual su cavidad torácica conservará secuelas detectables por los especialistas".
De la misma argumentación participa Darío Villanueva, secretario de la Academia Española. La institución sufraga anualmente un oficio religioso en conmemoración del novelista universal, el jueves de abril más próximo al 22, fecha de la muerte de Cervantes. En esa fecha y en el Día de Reyes, las 13 monjas trinitarias del convento, que observan estricta clausura, tienen permitido saludar a los asistentes desde las rejas que les separan del mundo en la iglesia de San Ildefonso, adosada al convento, que posee una cripta extensa, adonde fueron trasladados asimismo restos de otros enterramientos allí efectuados, como el de una hija del prolífico dramaturgo Lope de Vega llamada Marcela de San Félix, escritora de endechas, jaculatorias y hasta 27 romances, y que profesó precisamente en este monasterio.
Detrás de sus celosías, Marcela presenció el cortejo fúnebre de su padre, en agosto de 1635. Tanto Lope como Cervantes beneficiaron al monasterio trinitario. Las crónicas de época cuentan que Pedro Calderón de la Barca, el genial autor teatral del Siglo de Oro, penetró con una turbamulta en el convento en busca de un varón burlado por el hermano del escritor, a quien aquel acababa de apuñalar. Templo y convento fueron edificados por Pedro Rodríguez Majano en 1612 por encargo de Francisca Romero de Gaytán, que lo habitó con monjas procedentes de Santa Úrsula, en Toledo. Fue remozado entre 1673 y 1693 por el arquitecto Marcos López.