Los trabajos de excavación que desde el mes de mayo realiza el Centro Andaluz de Arqueología Ibérica (CAAI) de la Universidad de Jaén en el yacimiento arqueológico de Puente Tablas (Jaén) han sacado a la luz un palacio ibero, convirtiéndose en el primer edificio aristocrático de estas características que se ha excavado en Andalucía.
El Vicerrector de Docencia y Profesorado de la Universidad de Jaén, Juan Carlos Castillo Armenteros, la delegada provincial de Cultura, Mercedes Valenzuela, y la diputada provincial de Cultura y Deporte, Antonia Olivares, han visitado este lunes la zona acompañados de los miembros del CAAI responsables de los trabajos, Arturo Ruiz, Manuel Molinos y Carmen Rueda.
El palacio del príncipe de Puente tablas es un edificio construido en el siglo V a.C. y que a lo largo del siglo IV y del III a.C. terminó de adquirir la estructura que se reconoce hoy. En realidad, cuando se desarrollen los trabajos futuros de investigación se podrá concluir que el edificio excavado se incluye en un complejo palacial más grande al que se suman otros edificios. No obstante, el edificio excavado es el núcleo central de todo el complejo palacial.
La construcción tiene 400 metros cuadrados de planta con dos partes bien diferenciadas. La primera y más noble se ordena en torno a un patio, más o menos cuadrado y enlosado, en el que dos columnas privilegian al norte un espacio reservado, en tanto una serie de pilares separa la parte occidental y la oriental del edificio, que debieron tener funciones muy diferentes, públicas al oeste y privadas al este, donde seguramente existiría una segunda planta. Se trata de una división de ambientes frecuente en los edificios palaciales del Mediterráneo antiguo.
Los visitantes accederían desde el sur del edificio a través de un vestíbulo enlosado y escalones que salvarían la diferencia de cota entre la puerta y el patio. En la esquina noroeste del palacio un segundo patio constituiría un espacio de culto con una cela situada al fondo y en el que un betilo marcaría el acceso directamente desde la calle, si bien se conectaba por el interior con el resto del edificio. Un sistema de canales realizados con piedra, por último, haría circular el agua por el interior de la casa hacia un pequeño aljibe y hacia el exterior.
Por el sureste se adosaba al edificio central un segundo cuerpo rectangular conformado, al menos para la fase más tardía del III a.C, por tres naves que se cerraban ante un potente muro exterior. Este segundo cuerpo parece que atendería las funciones relacionadas con los servicios al palacio. Así se hace notar por la presencia de silos, cubetas, hornos, canales de agua, etc. De este modo, el edificio palacial se configuraría en una planta con forma de ele.
El edificio se levantó sobre cimentación de piedra con tapial y adobe y entre los hallazgos documentados en el proceso de excavación se ha constatado que el uso del yeso y la cal fue habitual en las paredes, del mismo modo que los restos de estuco rojo destacarían el cuidado seguido en el tratamiento de sus superficies. Los enlosados y la pintura en rojo constituyeron por otra parte el tratamiento habitual de los suelos.
Responsables de los trabajos han asegurado que en los próximos meses el estudio de las estratigrafías y las estructuras murarías permitirá reconstruir la historia del edificio. A partir de aquí se podrán proponer las medidas de conservación y valorización para su incorporación a la parte visitable del oppidum, que en poco tiempo serán además del palacio, los restos de las casas y calles existentes en el centro del oppidum y la fortificación con su puerta, que delimitaba el exterior de la zona habitada; del mismo modo que su información se podrá incorporar a las guías y a la exposición que se recoja en el futuro centro de recepción de visitantes que se construirá próximamente a la entrada del enclave arqueológico.
En este sentido, Arturo Ruiz ha señalado que aunque de por sí el oppidum es importante por "tener una de las mejores fortificaciones iberas que se conocen", con el descubrimiento de este palacio "se da un salto cualitativo en lo que se refiere al conocimiento de la vida ibera". Asimismo, ha señalado que "enriquece aún más la imagen de Jaén como referencia de la investigación de la cultura ibérica y aumenta, con un inmueble extraordinario, el ya rico patrimonio ibérico de estas tierras".
Por su parte, Mercedes Valenzuela anunció que a partir de septiembre comenzarán los trabajos de excavación de en la puerta del oppidum. Respecto al centro de visitantes, Antonia Olivares aseguró que el proyecto se encuentra en fase de redacción y su construcción, junto con las excavaciones realizadas que ahora concluyen y las que comenzarán tras el verano, contarán con un presupuesto de 1.115.000 euros.
Las excavaciones realizadas por el CAAI en Puente Tablas se engloban en el Plan de Turismo ‘Viaje al Tiempo de los Iberos’ que desarrollan la Diputación Provincial y la Consejería de Turismo de la Junta de Andalucía, concretamente en el marco de un convenio entre la Diputación de Jaén, la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía y la Universidad de Jaén. La investigación se realiza bajo la dirección coordinada de Arturo Ruiz, Manuel Molinos y Carmen Rueda, con la participación además de investigadores de postgrado y un grupo de estudiantes de Historia del Arte que se especializan en Arqueología.
Respecto al oppidum de Puente Tablas, cabe señalar que se trata de una ciudad fortificada que se extiende por una meseta de más de cinco hectáreas y debió tener, en su momento álgido, en el siglo IV a.C., en torno a mil habitantes. El oppidum tiene una larga historia que comienza con un poblado de cabañas a fines del siglo IX a.C., sigue con la construcción de la fortificación y la asimilación de la casa de planta cuadrangular en el siglo VII a.C. y continúa con el desarrollo de un urbanismo muy regular de calles paralelas y perpendiculares a partir del siglo VI a.C., caracterizando, por su cultura material, el inicio de la cultura ibera en el territorio de la ciudad de Jaén. Con posterioridad, a finales del siglo IV a. C., el lugar se abandonó y seguramente la población se traslado al cerro de Santa Catalina iniciando el desarrollo de la ciudad, en el espacio en que actualmente está. No obstante, en la segunda mitad del siglo III a.C. el oppidum fue recuperado, seguramente en el marco de las acciones de guerra entre romanos y cartagineses, durante la Segunda Guerra Púnica. Definitivamente se abandonó a fines del siglo III a.C.