A finales del siglo XII y comienzos del XIII, los almohades se iban haciendo cada vez más fuertes en la Península Ibérica, como había quedado con la derrota cristiana del año 1195 en Alarcos. Tras esta batalla, los pasos de Sierra Morena quedaron cerrados, la frontera musulmana peligrosamente cerca de Toledo, y Castilla se encontraba agotada y e ...nfrentada a otros reinos cristianos. Pero la situación iba a cambiar pronto. El arzobispo toledano Rodrigo Ximénez de Rada logró que el papa concediera a los combatientes que se enfrentaran al islam en tierras peninsulares los mismos privilegios que a los cruzados de Tierra Santa, consiguiendo de este modo el abandono de las rencillas y la unión entre los reyes cristianos. En el mundo musulmán la situación era muy parecida, predicándose en al-Ándalus y en el Magreb una llamada general a la guerra santa.
El 16 de julio de 1212, tras dos días de encuentros, los dos poderosos ejércitos se enfrentaron en las Navas de Tolosa, al pie de Sierra Morena. El contingente cristiano estaba compuesto por unos setenta mil hombres y el musulmán por unos cien mil, lo que resultaba un número de combatientes prácticamente impensable en el siglo XIII peninsular. Aunque la victoria se decantó del lado cristiano, no supuso la incorporación de grandes territorios a la Corona de Castilla, aunque sí la consolidación de las fronteras en 1195. De la relativa, por no decir escasa, importancia que se le dio a la batalla en un primer momento, da cuenta el hecho de que Alfonso VIII no fuera reconocido como ‘el de las Navas’, sino como quien ‘ganó Úbeda’. El que realmente sacó provecho de la apertura de las puertas de Andalucía fue su nieto, Fernando III, que tomó Sevilla en 1248 y penetró en al-Ándalus, dejando el reino de Granada cono único testimonio del poder musulmán en la Península.
El 16 de julio de 1212, tras dos días de encuentros, los dos poderosos ejércitos se enfrentaron en las Navas de Tolosa, al pie de Sierra Morena. El contingente cristiano estaba compuesto por unos setenta mil hombres y el musulmán por unos cien mil, lo que resultaba un número de combatientes prácticamente impensable en el siglo XIII peninsular. Aunque la victoria se decantó del lado cristiano, no supuso la incorporación de grandes territorios a la Corona de Castilla, aunque sí la consolidación de las fronteras en 1195. De la relativa, por no decir escasa, importancia que se le dio a la batalla en un primer momento, da cuenta el hecho de que Alfonso VIII no fuera reconocido como ‘el de las Navas’, sino como quien ‘ganó Úbeda’. El que realmente sacó provecho de la apertura de las puertas de Andalucía fue su nieto, Fernando III, que tomó Sevilla en 1248 y penetró en al-Ándalus, dejando el reino de Granada cono único testimonio del poder musulmán en la Península.